No se si a ti te habrá pasado alguna vez que cuando una situación te desborda en el contexto de las relaciones interpersonales, piensas que la solución en el conflicto que se haya presentado pasa por que el otro cambie su postura o actitud. Lo cual sería una "maravilla" si las cosas funcionasen así... por lo poco que de nosotros exigiría la situación entre otras cosas, pero lo cierto es que así no funcionan. En parte porque exigirle al otro que haga un cambio que nosotros no estamos dispuestos a hacer en nosotros es pasarle la responsabilidad de nuestra sanación al otro. Es volver a cederle nuestro poder interior, sin darnos cuenta, a algo externo. Y si todos mis conflictos son internos ¿Cómo puedo esperar que algo de fuera me traiga la solución?.
Por lo que caemos con frecuencia en esta trampa es por nuestra postura infantil de demorar el hacernos cargo de nuestras vidas y de nuestros procesos de sanación, quizá por lo mucho que nos asusta responsabilizarnos de nuestras experiencias y nuestras decisiones... pero si de verdad quieres sanar y madurar emocionalmente antes o después tendrás que cambiar el enfoque. Si lo haces pronto te darás cuenta que todas tus relaciones están ahí para que aprendas de ellas lo necesario, para que cambies en ti todo aquello que hace obstáculo con la armonía que esperabas de ellas al entablarlas.
Si aceptas el reto de hacer la parte que te corresponde, en algunas de ellas advertirás tus cambios internos por cómo cambia la actitud "hostil" del otro para contigo, por el simple hecho de estar haciéndote de "espejo". En algunas otras en cambio, cuando se sane el problema que te llevó a entrar en interrelación con ese maestro, vuestra unión ya no será necesaria y la relación se disolverá, por el simple hecho que todo crecimiento implica dejar por el camino a algunas personas... Pero, ¿Para qué decidiste sanar, para crecer o para aferrarte a relaciones que te lo impiden?. Sea cual sea el resultado, una cosa es segura, la solución para que sanes estará siempre en que cambies tu primero.
